jueves, 16 de diciembre de 2021

 

                      Cuarto lugar: Mi Bandera

 

Cuando Manuel Belgrano era jefe del Regimiento de Patricios fue enviado a Rosario.

- ¿Doña María, me podría coser una bandera igual a la escarapela?

Doña María Catalina Echeverría con gusto la cosió. Una vez en sus manos, Manuel Belgrano la enarboló a orillas del río Paraná.

-          Formen todos frente a la bandera, juraremos fidelidad frente a ella.

-          Pero señor … - dijo un soldado-.

-          Formen sus tropas he dicho- se escuchó-.

Todos formados juraron: “Juramos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y América del Sur será el templo de la independencia y de la libertad”

 

Pasaron unos años y Belgrano con el Ejército del Norte fue a luchar a Bolivia. Perdieron algunas batallas, pero no entregaron la Bandera a los enemigos.

-   Nunca entregaré mi bandera, primero muerto- se oía decir mientras la escondía detrás de un cuadro en un convento.

Lo que Belgrano nunca supo es que el gobierno de Buenos Aires no había aprobado aquella Bandera. Nunca se enteró porque en esos años todo se manejaba por cartas. ¿Saben lo que tardaban en llegar esas cartas?

 

Pasaron algunos años más hasta que el gobierno de Bolivia encontró la Bandera detrás de un cuadro en un convento y se la devolvió a Buenos Aires.

 

Autoras: Daiana, Viera / Yamila Cañete

 

 

 

                               Tercer lugar:  “CORONADAS DE GLORIA”

 

    A la tía de Juancito le encanta contar historias sobre la historia. El otro día cuando fui a jugar con Juancito, nos sentó a tomar la leche y empezó a contarnos un cuento que decía…

 

-           Hace mucho tiempo vivía en la ciudad de Buenos Aires un niño llamado Manuel del Corazón de Jesús Belgrano. Lo que más le gustaba a Manuel era jugar con sus amigos, pero la otra cosa que también le gustaba mucho era estudiar. Los padres lo mandaron al colegio Real de San Carlos, luego Manuel se hizo grande y viajó en barco a España, donde se recibió de abogado.

 

Escuchábamos atentos a Beba porque sabíamos que en algún momento iba a venir alguna parte fuerte en el cuento.

 

-     Manuel no se quedó en España, se vino rapidito para este lado porque había que ser libres. Participó en la Primera Junta de gobierno de los criollos y realizó muchas tareas importantes para el crecimiento de lo que luego sería nuestro país – dijo la tía Beba.

 

   Y con cara de entusiasmo nos miró uno a uno…

 

-       Lo que más me gusta de esta historia son las mujeres que coronadas de gloria hicieron historia en la lucha por nuestra Independencia, como la de Juana de Azurduy, que conformó una caballería de 25 mujeres conocida como “Las Amazonas” ¿buen nombre no? Fue reconocida por Manuel quien por su grado de valentía le obsequió su espada y concedió el título de teniente coronela, porque Manuel en algún momento fue el jefe del Ejército del Norte y ahí conoció a Juana.

 

    Juancito y yo seguimos atento a la historia que cada vez se ponía más interesante.

 

-           O la historia de María Remedios del Valle que junto a sus dos hijas atendieron a los soldados en la batalla de Ayohúma en 1813, dándoles agua, curándolos o incluso combatiendo a los soldados españoles, le pusieron un apodo “Madre de la Patria” y Belgrano la nombró Capitana.

 

Mirando el reloj Beba exclamó - Bueno chicos esto ha sido todo por hoy-. Pero Juancito y yo teníamos ganas de escuchar un poco más.

 

-       ¡Por favor tía un poquito más! – dijimos a coro.

Poniendo la pava en la hornalla nos dijo - ¡Bueno está bien, un poquito más!! –  y sentada en su silla de mimbre en su gran comedor la tía Beba siguió contando…

 

-       Otra mujer que luchó fue Doña Martina Silva de Gurruchaga, que a su corta edad formó un pelotón de soldados con peones y gauchos a los que montó a caballo, instruyó y vistió de poncho azul. Su audacia y valentía ayudó a triunfar en la famosa Batalla de Salta, fue entonces que Manuel Belgrano la nombró Capitana Honoraria del Ejército.

 

Hace una pausa la tía Beba, pensando en otra historia y Juancito exclama:

 

-       ¡Beba se le está hirviendo el agua!

-       ¿Bueno chicos tomamos un tecito?

 

 

Autora: Ayelén Aranda.

 

 

                    Segundo lugar: Semillas de libertad …Relato del Éxodo jujeño.


La orden había sido determinante, clara y precisa.

-¡Tierra arrasada! -Repetía Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, o “General Belgrano” a secas, como lo llamaban en el campo de batalla. La orden venia del sur, las lejanas tierras de Buenos Aires, el Primer Triunvirato dispuso “evacuar al pueblo jujeño, hasta Córdoba”.

-Tierra arrasada! -se escuchaba por las calles y los ojos de cientos de personas vagaban tristes. Todo lo que no pudieran llevarse, ardería.

Sin embargo, su voluntad estaba íntegra, el fuego dejaría cenizas y un lugar desierto. No habría lugar para que los realistas pudieran cobijarse, ni cereales o animales, para alimentarse, no habría nada para comercializar, nada encontrarían en San Salvador de Jujuy; sólo desolación.

Esta certeza, era el fuego interior de las almas, que soñaban libertad y soberanía, el fuego de la Independencia que mantenía fuertes y decididos a los revolucionarios.

Hombres, mujeres, niñas y niños acompañaban a Belgrano y al Ejército del Norte.

Entre sus filas, marchaba una mujer, que ya había batallado junto a Belgrano, en las invasiones inglesas; una mujer que sabía de esclavitud, de dolor, de desigualdades. Una mujer con sangre afro en las venas, morena, negra como la noche; de expresiones duras y mirada compasiva. Una mujer que había perdido a sus hijos y a su esposo en el campo de batalla. María Remedios del Valle, la parda, la niña de Ayohúma, la mujer que consagraría la admiración, el respeto y el cariño de todo el Ejército del norte y el reconocimiento, del General Belgrano.

La consagrada Madre de la patria, arengaba al pueblo jujeño, a ir en busca de una vida digna, y así fue…

Cargaron todo lo que pudieron en carretas, mulas y en sus espaldas. Sin mirar atrás, emprendieron su camino. El fuego fue voraz y comenzó a correr por las calles. Resplandeciente les iluminaba las espaldas. No era necesario verlo, lo oían, lo olían, abrazaba con su calor y la promesa que regresarían y sería un lugar mejor.

Marcharon a pie la mayoría, 360 km. hasta llegar a Tucumán, donde el pueblo tucumano recibió a sus hermanos y hermanas jujeñas; incitando a que se queden en esas tierras, que no marchen hasta Córdoba, que esperen a la defensiva a los realistas y emboscarlos. Juntar fuerzas y darles batalla.

El General Belgrano, desobedeció la orden del Triunvirato y se preparó para recibir a sus adversarios…

Corría septiembre de 1812, un mes y un día pasó desde aquel 23 de agosto que habían emprendido el éxodo; cuando una nueva batalla se inició, la famosa “Batalla de Tucumán” en la que Belgrano gritó:  - ¡Victoria! Y los realistas, dirigidos por Pío Tristán, debieron retroceder al norte. Los independentistas recuperaron parte de su territorio, pero sobre todo, la fortaleza, la esperanza y la valentía para ir por más.

Esta gratificación los indujo a seguir a los realistas hasta Salta y el 20 de febrero de 1813 consagraron la victoria, obteniendo el control de la región.

Estas victorias causaron la caída del Primer Triunvirato, que fue reemplazado por el Segundo Triunvirato que apoyó más fervientemente al Ejército de Norte.  

El camino hacia la Independencia aún estaba a medio recorrer. Batallas, desencuentros, traiciones y diferentes emociones vivirán los Pueblos del Sur. Con paso firme y la convicción de que “debían ser libres; que lo demás no importa nada” como dijo José de San Martín. .

 

Autora: Valeria Bettinotti 

 

                                                                           Primer lugar:  DOÑA  JOSEFA

 

    Trabajé en casa de doña Josefa desde que se casó con don Domingo, allá por el año 1757. Ella era una criolla muy joven, entre 14 y 15 años tenía cuando llegué a su casa. En el año 1799 me tocó acompañarla en lo que fueron sus últimos días. Me apenaba verla en cama. El médico llegó en la diligencia y dijo que doña Josefa cursaba un cuadro de fiebre amarilla. De inmediato comprendí que era grave. Pude ver cuando entraba a la habitación con el lienzo húmedo para bajarle la fiebre, la expresión en el rostro del médico. Yo no sabía ni leer ni escribir, pero la preocupación de sus hijos, Francisco y Joaquín, al escuchar al médico, me alertó. Decidí, entonces, asistir a doña María Josefa González Casero, para mí, sólo doña Josefa, en sus últimos días.

    Reconozco que la enfermedad hizo que, en los momentos en que ella estaba de ánimo, me contara historias de su vida que jamás había hablado con nadie, y yo la escuchaba atentamente entre gustosa y asombrada por su soltura. Por lo general, por la tarde, después de que tomara la infusión, que con cariño le llevaba al cuarto, me contaba sus vivencias. Mientras, yo la peinaba y le colocaba su peineta preferida, esa que le había regalado su madre, Lucía Islas y Bravo, antes de casarse con don Domingo Belgrano y Peri. Solía recordar a su padre, el español Juan Alonso González, decía que era un hombre rígido y estricto, pero de buen corazón, como don Domingo. Otras veces hablaba de aquella época en la que don Domingo entró en una profunda depresión a causa de las acusaciones que recibió de manejo ilegal cuando trabajaba en la Aduana, donde sufrió prisión domiciliaria; recordaba con orgullo, el apoyo de su hijo Manuel, quien, en ese entonces era estudiante de abogacía en España, y aquella carta que, de puño y letra, había enviado al Rey Carlos IV por causa de su esposo.

    Cada vez que doña Josefa hablaba de su hijo Manuel, se le iluminaba la cara, hasta parecía que por momentos le ganaba a la enfermedad. Solía decir que todos sus hijos habían recibido todo su amor y dedicación, pero que Manuel era especial, desde su nacimiento esa mañana del 3 de junio de 1770, supo que sería un gran hombre con grandes aspiraciones. Había días en que podía hablar más tiempo que otros, siempre y cuando la fiebre no la hiciera desvariar o el cansancio no la derrotara. Los hijos de doña Josefa que se encontraban en Buenos Aires, solían sentarse a los pies de la cama y contarle acontecimientos del día, aun cuando ella durmiera. Yo esperaba la siguiente tarde para escuchar sus historias, pero presupuesto, había muchas cosas para hacer en la gran casona, y para ese entonces, estaba sola con todas las tareas. Don Domingo hacía 4 años que había fallecido y desde ese momento, Francisco y Joaquín habían tomado las riendas del comercio tras heredar los negocios de su padre.

    Cuando podía, salía a comprar carne para hervirla con verduras que cultivaba yo misma en el patio, porque sabía que a doña Josefa le gustaba. Bien temprano ponía la olla al fuego para que la carne no tuviera ni olor, ni sabor fuerte. Como buena mulata que soy, desde muy pequeña, aprendí entre otras cosas, a trabajar la tierra para tener mis propias verduras, las que usaba en casi todas las comidas para la familia Belgrano. La olla era siempre bien grande, porque la familia era muy numerosa, nunca supe bien cuántos hijos tuvo doña Josefa, pero habían sido muchos, tanto más que una decena. Don Domingo siempre decía que la educación era muy importante para ser personas de bien y llegar a participar en las decisiones económicas, comerciales y políticas, aun sabiendo que el Rey de España tenía el control sobre el Virreinato del Río de la Plata.

    Doña Josefa recordaba con la voz entrecortada, cuando sus hijos varones comenzaron sus estudios, en especial, cuando Manuel ingresó al Real Colegio de San Carlos. Con sus 13 años, para ella era todo un hombre, por eso se angustiaba, sabía que, en ese momento, comenzaba a despedirse de él. Ella decía que Manuel era su sexto hijo, y aunque yo no entendía de números, sabía que no contaba aquellos hijos que había perdido cuando eran pequeños, de eso no se hablaba. A la que sí solía recordar era a su hija María Florencia que había fallecido en el mismo año en que doña Josefa dio a luz a Miguel, su anteúltimo hijo varón. Era difícil pensar en doña Josefa sin admitir que había sido una mujer que escondía mucho dolor, pero, aun así, se sobreponía a cualquier situación por proteger a su familia. Ese mismo carácter, sumiso pero aguerrido, lo había heredado Manuel, que desde pequeño era callado, pero cuando hablaba, se imponía con sus ideas.

    Recuerdo verlo montar a caballo con gran destreza, mientras sus hermanos jugaban con la pelota de tela que yo misma les hice con los retazos que conseguía cambiarle al mercader por verduras. A los varones, además de jugar, siempre los veía husmear entre los libros de su padre. Doña Josefa, mientras tanto, volvía sobre sus recuerdos entre orgullosa y apenada trayendo a la memoria aquel día donde Manuel y su hermano inmediatamente menor, Francisco, se trasladaron a España para ingresar en la Universidad de Salamanca en la carrera de Derecho. Inevitablemente, para ella era una pérdida que, ni con las cartas que solía enviarle, podía calmar. Una de las tardes, todavía frías de julio, doña Josefa me pidió que le llevase a la habitación las cartas que guardaba de su hijo Manuel. Mientras las miraba, sin siquiera abrirlas, me contaba lo que decía en ellas, como si de tanto leerlas hubiese podido memorizarlas.

    En una de 1785, Manuel le contaba que había recibido un diploma en la Universidad de Valladolid, mientras que acá los comerciantes querían impedir el ingreso de productos importados. En otra que le escribió dos años después, le contaba que había sido designado presidente de la Academia donde estaba en Salamanca. Para alegría de doña Josefa, Manuel regresó en 1794 para luego asumir la secretaría del Consulado, y recuerda ese regreso con un suspiro de tranquilidad por volver a verlo. Manuel ya no se quedaría en casa como de niño, él tenía muchos proyectos de soberanía y libertad para nuestro pueblo por los que pelearía hasta dejar su vida. Eso doña Josefa lo sabía, sin embargo, volver a verlo era un gran alivio para ella. Hasta que tres años más tarde, ya con Melo como Virrey, Manuel fue designado Capitán de las Milicias y doña Josefa volvía a revivir el sentimiento de orgullo con un dejo de angustia por su hijo. Manuel no era el primero de sus hijos que estaba vinculado con la vida militar, pero para su madre, tenía ideas tan enraizadas que sería imposible de torcer y por eso, temía tanto por su futuro.

    El 1 de agosto de 1799 nunca podré sacarlo de mi mente. Doña Josefa me llamó antes de la hora en la que le llevaba la infusión. Cuando entré a la habitación, con su mano derecha palmeó suavemente el catre donde reposaba, en señal de que me sentara a sus pies. Quería conversar, aunque yo sólo escuchaba atentamente. Me senté con ella y comenzó preguntando si sabía algo de Manuel, le dije que había oído en la plaza que los mercaderes decían que había creado la Escuela de Náutica y Dibujo. Doña Josefa sonrió con los ojos vidriosos, luego me pidió que la ayudara a vestirse, quería ponerse el vestido natural de linón bordado con el que solía ir al Convento de Santo Domingo que estaba a metros de la casona familiar, y que luego la peinara como lo venía haciendo, colocándole la peineta que había sido de su madre doña Lucía. No quiso que le prepare su infusión y me pidió que llamara a los hijos que estuvieran en la casa. Yo asentí con la cabeza y al pasar a su lado para salir de la habitación, me tomó la mano haciendo una leve presión, la miré un tanto desorientada y en sus ojos pude ver que esa, era la forma que ella tenía de agradecerme. Asentí también con una leve presión sobre su mano acompañada de una sonrisa y salí de la habitación.

    Llamé a los hijos que estaban en la casa: Francisco, Joaquín, Agustín, José y Juana Francisca; los demás tenían sus ocupaciones dentro y fuera de Buenos Aires y hasta en sus propias casas. Sólo a ellos encontré reunidos en el que había sido el escritorio de don Domingo. Mientras estaba en la cocina, escuche rechinar la puerta del cuarto al cerrarse. Luego de un buen rato, los hijos de doña Josefa salieron de la habitación sin decir una palabra. De inmediato comprendí que se había ido. Ella había podido intuir su propia partida, pero lo que jamás pudo imaginar es todo aquello que ocurrió después de su muerte con su querido hijo Manuel.

    Doña Josefa tenía razón cuando decía que Manuel era especial y que no se rendiría hasta lograr sus ideales. Impulsó el semanario que yo no podía leer, pero me gustaba hojear; participó en la defensa contra la primera invasión inglesa y eran tan fuertes sus ideas, que se retiró a la Banda Oriental para no jurar obediencia a los invasores. En la segunda Invasión Inglesa fue destituido el Virrey y la voluntad popular logró reemplazarlo por Liniers a quien Manuel apoyaba, pero lamentablemente, la Junta de Sevilla reemplazó a Liniers por Cisneros. Era una lucha de poder constante donde el comercio estaba en juego. Manuel, como dijo doña Josefa, no se rendiría. Participó en numerosas batallas por la libertad, creó el distintivo con los colores del cielo y hasta la bandera que luego nos identificaría.

    En la plaza, cuando iba a buscar insumos, me enteraba de muchas cosas porque escuchaba hablar a los comerciantes. Los rumores decían que Manuel se había enamorado de una joven llamada María Dolores Helguero a quien conoció en Tucumán y con quien había tenido una hija, pero nunca se casó. Luego se escuchó decir que el hijo de María Josefa Ezcurra y Juan Manuel de Rosas en realidad, era hijo de Manuel fruto de un romance que habían tenido en la frontera. Muchas cosas se comentaban acerca de la vida privada de los Belgrano, pero nunca se me hubiera ocurrido preguntar sobre la veracidad de esos dichos. Como cuando se decía que Domingo, el hermano de Manuel inmediatamente mayor, había tenido un hijo con una parda libre que trabajaba en su casa, siendo él Sacerdote. Por suerte, doña Josefa había fallecido para ese entonces porque con semejante rumor siendo ella católica, dudo que pudiera haberlo soportado.

    En fin, tanto luchó Manuel por nuestra independencia del poder español, lograda el 9 de julio de 1816, para donar todo lo que había ganado a la construcción de escuelas, siendo una de ellas construida en la ciudad de Loreto de donde era doña Lucía, y volver a la casa que lo vio nacer y crecer, sumido en la pobreza para pasar sus últimos días. En memoria de doña Josefa y al amor que ella tenía por él, acompañé a Manuel. Eso me hizo imaginarla orgullosa, admirando la bandera que su hijo supo crear, con el viento flamear marcando, en sus colores, el camino de libertad.

    Asistí a Manuel hasta su muerte y aunque él no me contaba sus historias de vida, cada vez que entraba a la habitación, podía ver en su rostro cansado, la satisfacción de saber que había hecho lo correcto, seguir sus ideales hasta el fin. Su cuerpo fue sepultado en la Iglesia de Nuestro Padre Santo Domingo, como sus padres; y yo, con mi cuerpo ya achacado, ahora sí puedo dejarme ir, ya no hay más nadie que me necesite.

                                                                                                            

Autora:  ARACELI GABRIELA DIPPÓLITO, Docente.

                                                                                                                               


 

CONCURSO DE CUENTOS: BICENTENARIO DE MANUEL BELGRANO 1820-2020

 

    Durante 2020 al conmemorarse el Bicentenario de Manuel Belgrano desde el Instituto 90 se organizó un concurso literario en el marco de Septiembre Literario III. 

    Una comisión integrada por ECI y varias cátedras del ISFD y T Nº 90 representadas por las profesoras Griselda de la Iglesias, Rosana Cesaroni, Araceli de la Iglesias, Daniela Chuliver, Claudia Racedo y Karina Landa, luego de dar lectura a las producciones elaboraron el siguiente dictamen :

    “Reconocemos en primer lugar el placer de leer a las docentes y a las futuras docentes. Valoramos la inmensa tarea de la escritura en todos los contextos, pero más aún en esta cotidianeidad, tan afectada durante el año 2020, un tiempo complejo del que hemos aprendido y saldremos fortalecidos/as.  En segundo lugar, destacamos la presencia de ustedes, quienes se dispusieron a descubrir, inventar, reinventar, pensar, imaginar para narrar desde una mirada propia y personal a pesar de la adversidad del contexto, agradecemos el compromiso que asumieron de hacer posible lo que creíamos en principio, algo difícil de lograr. Afortunadamente seguimos adelante y encontramos eco en ustedes que vinieron al encuentro de la propuesta y formaron parte de la comunidad educativa del Nivel Superior."

    "Los textos que nos han hecho llegar, constituyen valiosos recursos para llevar al aula, son materiales didácticos que podrían utilizarse en cualquier secuencia de trabajo para abordar el contenido Bicentenario de Manuel Belgrano desde la literatura y la recreación de ficción donde la trama y los personajes remiten a hechos históricos, trabajándose en oportunidad de las efemérides por citar un ejemplo. Nuestra propuesta tuvo como objetivo, realizar los homenajes a la figura de Manuel Belgrano y abrir el espacio para la pluralidad de voces, de sentidos y de significados que portamos y portan ustedes en este caso.

Siendo que todas las producciones son excelentes, cada una de ustedes, recibirán un libro como reconocimiento y agradecimiento por parte del Instituto 90. Sin embargo, hemos establecido un orden de mérito teniendo en cuenta los criterios de novedad, diversidad de personajes y situaciones, desarrollo de la trama y cierre de la historia narrada, categorías presentes de una u otra forma en los trabajos recibidos."

    "Primer lugar: Araceli Dippòlito por su trabajo Doña Josefa, cuento que narra el relato de una mulata que trabajaba en casa de los padres de Manuel Belgrano y luego de fallecer Doña Josefa y Don Domingo, cuidó al propio creador de la Bandera mientras estaba enfermo. Es una hermosa historia, atravesada por el amor y la amistad en una sociedad colonial, llena de desigualdades, pero también de lealtades profundas a través de una gran descripción de escenarios, que hace la escritora Araceli Dippòlito, logrando atraparnos en ese contexto histórico."

    "Segundo lugar: Valeria Bettinotti por su trabajo Semillas de libertad, texto que narra lo acontecido durante el Éxodo jujeño, estrategia que dio Manuel Belgrano para frenar el avance del ejército español, sumando a las Niñas de Ayohúma y nada menos que a Remedios del Valle, nuestra Madre de la Patria. El relato expresa la rebeldía de Belgrano."

    "Tercer lugar: Ayelén Aranda por su trabajo Coronadas de gloria, texto de ficción donde la simpática Tía Beba, les cuenta a sus sobrinos las historias de Belgrano en varios fragmentos de su vida, pero además les sirve un tecito para hacer más amena la charla sobre la historia de Manuel desde la mirada de la Tía Beba. También se recupera el protagonismo de las mujeres reconocidas por Belgrano. "

    "Cuarto lugar compartido por Daiana Vera y Yamila Cañete por su trabajo Cuento Mi Bandera, recuperando en el relato, la historia de las dos banderas de Belgrano, una de las cuales quedó escondida en un convento en Bolivia, luego recuperada por nuestro país."

    "Las producciones recibidas pasarán a formar parte de una Antología Digital Bicentenario de Manuel Belgrano 2020 que será realizada por la carrera Comunicación Multimedial del Instituto 90 en 2021 y distribuida a las escuelas del distrito de Punta Indio en todos sus niveles para que los docentes puedan contar con este recurso y para difundir, las excelentes ideas de escritura de las participantes. " 

    "Las participantes recibirán un diploma que será entregado junto al premio de reconocimiento y las obras literarias serán difundidas a través del blog de la Biblioteca institucional."

"Agradecemos por la participación en este concurso en el marco de Septiembre Literario III."

                                                                                                                

                                                                                            Gracias Comunidad Educativa

 


 

 

 

  En el marco del día internacional de la mujer 8M, compartimos con uds. sugerencias de lectura del fondo bibliográfico de nuestra bibliotec...